COMPRAR EL LIBRO

sábado, 9 de abril de 2016

UN DÍA DE RESACA



                                          UN DÍA DE RESACA

            Gilberto, los jueves de cada semana, salía de copas con sus amigos. Virtu su mujer no se oponía porque él era un hombre que controlaba muy bien las situaciones. Sólo la vecina de al lado, doña Amante, reprendía tanto a Virtu como a Gilberto por las salidas semanales de éste último.
            Aquella noche Gilberto se encontraba más eufórico que de costumbre y tanto él como sus amigos alargaron la velada. Fueron de pub en pub; los amigos ya de madrugada salieron cogidos por los hombros y cantando cada uno lo que recordaba, sirviéndoles de risa. Entre traspiés llegó a la puerta de su casa, la empujó levemente, estaba por medio pasillo cuando tropezó con algo que casi le hizo caer. Apareció Jeckill, su perro, que pronto agachó la cabeza y volvió por donde había venido, mientras Gilberto, tambaleante, le señalaba silencio con un dedo en los labios. Volvió sobre sus pasos y se alumbró con el móvil: ¡Joder! El gato de doña Amante, dijo, tapándose la boca con la mano. Se agachó a tocarlo porque no se movió el animalito y comenzó a acariciarlo. Gilberto no estaba para muchas cavilaciones y cogió entre sus brazos al desdichado animal y lo llevó a casa de la vecina, empujó la puerta y colocó al gato en su canasto.
            A la mañana siguiente, Gilberto, salió temprano para ir al trabajo, los viernes entraban una hora antes y acababan a medio día. Al regresar a su casa vio un movimiento fuera de lo común en casa de doña Amante, pero lo que le alarmó realmente fue la presencia de una ambulancia. Virtu salió a recibirle a la puerta de su casa con un pañuelo en la mano y los ojos enrojecidos de haber llorado. Gilberto preguntó por lo que había sucedido y su mujer le explicó que a doña Amante le había dado un infarto. Al gato lo había enterrado la tarde anterior y por la mañana apareció en su canasto, le explicó. Gilberto tragó saliva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario