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miércoles, 16 de julio de 2014

SUBSAHARIANO..., a las puertas del paraíso.


Capítulo XXIII



Estaba amaneciendo cuando entraron en la población de Afhir, junto a la pared del cementerio Rahma, Sissé pidió a Sawaba que esperara un momento, él se apartó metiéndose tras unos matorrales, se bajó los pantalones y se extrajo del ano, el rollo envuelto en papel con el dinero que le quedaba. Una vez desenrollado cogió cinco mil dirams y volvió a formar el cilindro e introducirlo en el mismo lugar del que lo extrajo. Sawaba temerosa de que Sissé pudiera utilizar alguna treta lo siguió con la vista y vio la operación de Sissé, no podía reprimir la risa, mientras Sissé le pedía que se callara. A Sawaba le saltaban las lágrimas, era incapaz de dejar de reír, ante la desazón de Sissé que no había sido capaz de ocultarse lo suficiente y evitaba llamar la atención a toda costa. Unos hoyuelos se marcaron en sus mejillas al tiempo que se enturbiaba su mirada pícara. Dejando traslucir su belleza, apocada por su extrema delgadez.
Entraron en Afhir y tomaron la carretera de circunvalación Rocade d’Afhir.
––Sawaba hemos de comprar algo qué comer y agua, llevamos dos días sin comer nada y no podremos aguantar mucho más, y yo ya no bebo más agua de los arroyos.
––Sí. Será lo mejor— le dijo a continuación, ––yo me encargo de comprar en el mercado, pero tendrás que enseñarme el culo de nuevo— rompiendo a reír sonoramente, ante el gesto compungido de Sissé.
––Ya está bien. Nos vas a delatar— le rogó Sissé, que contagiado de la risa de Sawaba, rompió a reír también. ––Como si nunca hubieras visto un culo.
––Sí, he visto muchos y de todos los tamaños, pero nunca uno de cajero— apenas si pudo terminar la frase, siguiendo ambos con las carcajadas.
––Tuve que salvar el dinero en una ocasión y no se me ocurrió mejor lugar. En algún momento te lo contaré.
Se encontraban casi en las afueras de la población y una gran rotonda dividía los caminos hacia Nador y hacia la parte norte del municipio. Vieron un supermercado en el que estaban colocando canastas de frutas en el exterior y Sawaba se acercó mientras Sissé permanecía en la rotonda. Cuando llegó ella a su altura, le mostró la compra realizada: dos botellas de agua, dos botellas de leche, una bolsa de dátiles, unas aceitunas enormes y dos piezas de “khboz”; en una segunda bolsa: dos “sfenzh” calientes que los marroquíes tomaban en el desayuno, le había indicado el vendedor. Los engulleron con avidez. Sissé le hizo volver a Sawaba al supermercado para comprar dos piezas más de sfenzh. A pesar de llevar toda la noche andando, se encontraban con ánimo de seguir durante algunos kilómetros más, por lo que una vez rendida cuenta de los sfenzh, una botella de leche y unos cuantos dátiles, sentados bajo unos árboles, re-emprendieron el camino, siguieron al lado de la carretera, por el margen derecho.
––Cuéntame lo del dinero en el culo, Sissé— casi le rogó Sawaba.
––¿Tienes ganas de reírte de nuevo? Es una larga historia— se excusó él.
––Como si nos faltara tiempo.
––Te ha gustado mi culo, eh.
––Sí. Aunque más que gustarme me ha fascinado. Sobre todo su utilidad— le dijo socarrona.
––¿Vas a seguir haciendo las gracias sobre mi culo?
––No. No— se apresuró a contestar Sawaba.
––Pues aunque te haya causado risa, mi culo me ha salvado dos veces de que me saquearan todo el dinero, y era bastante, te lo aseguro.
––Bien, empieza a contármelo— le dijo, al tiempo que le cogió la mano a Sissé.
––Cuando yo viajaba desde Kidal hasta Tlemcen, lo hice con un convoy de tres camiones que llevaban mercancías diferentes, uno de ellos debía ir a Tlemcen y era en el que yo viajaba, el chófer, que era un cabrón, debe serlo todavía––, añadió, —cuando hicimos una parada en Bèchar, a la hora de retomar el viaje planearon atracarme antes de llegar al final del viaje. Cuando me di cuenta de la treta, le dije a Mohamed ––el chófer—, que debía hacer mis necesidades que volvía rápidamente y fue entonces cuando me introduje el dinero, habiendo hecho, previamente, un cilindro en papel. No encontré mejor sitio para esconderlo.
––Que asco, cómo saldría— ironizó Sawaba.
––Bien, pero continuó conmigo, aunque algo perfumado, he de admitirlo— respondió Sissé. ––Cuando llegamos a Beni Ounif, es un pueblo pegado a la frontera con Marruecos por el sur de Oujda, pararon los camiones antes de entrar a la aldea, me robaron la cantidad que yo tenía establecida pagarle al chófer que me llevó, porque así lo había preparado previamente. Me pegaron, me echaron al suelo y gracias a que los otros camioneros se interpusieron y le obligaron a marcharse. Uno de ellos, llamado Missha “El Egipcio”, me indicó por donde entrar a Fighig, en Marruecos, que está a unos diez kilómetros de Beni Ounif, y me dijo que me pusiera en contacto con la agencia de Transporte Le Champion, por cierto, Mussahid, su dueño, está hospitalizado en Oujda, me dijeron unos ancianos, porque había sufrido un accidente en la carretera. Fue quien me llevó hasta Oujda. Un buen hombre. Desde entonces siempre he llevado el dinero en semejante sitio.
¾Fuiste bastante ocurrente.
¾Días más tarde fui atracado, de nuevo, en Beni Enzar.
––Y te tocaron el culo.
––Lo tomas a risa, pero yo todavía tengo algo de dinero por llevarlo oculto en el ano. Aunque en Beni Enzar me quitaron dos mil euros.
––¿Qué dices? ¡Dos mil euros!
––Sí, por mi mala cabeza. No escuché a dos amigos que me ayudaron en el monte Gurugú y bajé a Beni Enzar para contratar a un taxista que me pasara a Melilla, me llevaron cuatro jóvenes que conocí en un bar y le mostré el dinero al taxista para incitarle a aceptar la cantidad que estaba dispuesto a darle por el servicio, en presencia de aquellos cuatro energúmenos y me lo quitaron, éstos si me propinaron una buena paliza, pero al menos el resto del dinero, seiscientos euros continuaron conmigo, porque ninguno de ellos me tocó el culo.
––Pero con esa cantidad de dinero ¿no hiciste el viaje en avión? No lo entiendo Sissé, te hubieras ahorrado todas esas penurias.
––Me hubieran devuelto enseguida a mi país de origen. Además cuando yo salí de Sikassó no tenía más que doscientos francos africanos. En Francia les devuelven a los que llegan sin contrato de trabajo o sin lugar de residencia, y en el aeropuerto te entregas tú a la policía.
––Tú podías haber entrado perfectamente como turista en algún país europeo y después desaparecer, lo hace mucha gente, sobre todo sudamericanos y personas de Europa del Este.
––Bueno, mi inteligencia es bastante corta. Y lo cierto es que tampoco he pedido consejo a nadie—. Añadiendo: ––cuando me entregaron a los gendarmes me dejaron sin nada, pero tampoco me quitaron el dinero. Me quitaron un amuleto Tuareg con una piedra preciosa, cornarina, creo que se llama.
––Cornalina–– le rectificó Sawaba. Es una piedra semipreciosa.
––Ah, no es preciosa. Pues a mí me gustaba mucho, y a los cabrones de los gendarmes también–– comentó Sissé con maliciosa ironía.
––Ja. Ja. Ja.–– Rió Sawaba el sarcasmo de Sissé. ––Yo estoy un poco cansada de todo esto. Cuando tomé la decisión de ir a Europa no pensé que pasaría por las calamidades que he tenido que sufrir. De haberlo sabido no lo hubiera intentado, hubiera permanecido en mi País. Había subsistido veintidós años, podía haber sobrevivido otros tantos más. Es cierto que teníamos que hacernos oír, pero posiblemente desde dentro también podíamos haber hecho ruido enfrentándonos a los dirigentes, a la corrupción y a las desigualdades sociales, que son muchas.
––¿Por qué saliste de Nigeria? Qué pregunta más tonta... Pienso que no diferirá mucho de mis motivos.
––No creo que fueran muy diferentes de tus motivos, efectivamente. La corrupción, la inseguridad, las violaciones. Todo un conjunto de cosas que perturbaban mis pensamientos y mis posibilidades de vida.
––Sí difieren tus motivos de los míos. Yo salí por hambre, por miseria, por necesidad…
––Sí son diferentes, pues. Yo pertenezco al pueblo Ogoni, en la región del delta del Río Níger, nacida en Port Harcourt. La compañía Shell, junto a otras tantas, explota los pozos petrolíferos de la zona y han hecho verdaderas masacres con los lugareños y el entorno. El periodista nigeriano Kenule “Ken” Beeson Saro-Wiwa, también ogoni, nacido en la población de Bory, denunció tales barbaridades y fue ejecutado en la horca después de ocho de sus compañeros activistas: Sabado Dobee, Nordu Eawo, Daniel Gbooko, Pablo Levera, Félix Nuate, Baribor Bera, Barinem Kiobel y Kpuine John, enumeró con cierta solemnidad. Estas nueve personas fueron condenadas a muerte en la época del dictador Ibrahim Babangida. Ken formaba parte del gobierno de Babangida y dimitió al poco tiempo porque se dio cuenta que no tenía intención de restaurar la democracia. Cuando acabé mi carrera ––yo soy periodista–– tuve la posibilidad de trabajar en un periódico de la ciudad de Kano, al norte del país.
––¡Qué casualidad! Joseph también es periodista–– la interrumpió.
––No podía ejercer mi profesión si no me dejaba seducir. Encima tenía que aparentar que yo quería ser seducida— comentaba con la vista obnubilada. ––Me asignaron el seguimiento de un ministro que debía recorrer varias regiones del país, anunciando unas mejoras que, lógicamente, no iban a cumplir. “Indiscutiblemente” ––arrastró la palabra–– me asignaron a un compañero, al adjunto de dirección que era quien debía cubrir la información y yo aprender de él. Bien, ya el primer día de viaje intentó abusar de mí, como no lo consiguió, me dejó tirada en aquella población. Cuando regresé al periódico y dije lo que había sucedido, me echaron a patadas. Después tuve la posibilidad de trabajar en un semanario y quise cubrir una investigación del caso del periodista Ken Saro-Wiwa. Apenas le presenté el proyecto a la dirección tuve el mismo resultado que en el anterior periódico, fui despedida sin más explicaciones. Tomé la determinación de venir a Europa. Durante el viaje, en Argelia, pararon los militares el camión en el que viajábamos, a mí me violaron junto a otras tres mujeres más, cinco soldados, uno tras otro, para después dejarme tirada, eso sí, a escasos metros de la ciudad de Tamanrasset. Lógicamente no denuncié— comentó con desesperante resignación.
––Tampoco me sorprende tanto, porque con todos los africanos que pretendían pasar la frontera y he hablado, todos, absolutamente todos, cuentan verdaderas vejaciones, escarnios y sufrimientos impensables. Pero aún así, no me hago a tanto sufrimiento. Y yo me lamentaba porque nos llevaron esposados en autobús hasta los confines de Marruecos...
––Te agradezco tu comprensión, Sissé. Pero si los hombres estáis pasando calamidades, no tienen punto de comparación con las que sufrimos las mujeres: nos violan tanto militares, como policías e incluso los propios compañeros de viaje, sin el menor pudor. Yo fui violada por tres compatriotas en el desierto y abandonada junto a otras cuatro mujeres más, de ahí mi renuncia a estar con mis compañeros en el campus. Muchas de las mujeres han desaparecido sin dejar rastro, algunas de ellas con bebés, seguramente secuestradas por mafias o grupos de delincuentes para obligarlas a prostituirse, o quién sabe si devoradas por las alimañas, ¡que más da! Tras una pausa añadió: —a nadie le importamos. ¿Sabes como nos consideran? Como nada, basura. No somos nada para ellos. No sólo para los gendarmes y militares, también para el pueblo llano somos lo mismo, ¡nada!
––¿Qué edad tienes, pues, veinticuatro?— Le preguntó Sissé.
––Veinticuatro años— respondió. ––He tomado la determinación de que esta será mi última tentativa. Si no consigo pasar y quedarme en España, me vuelvo a Nigeria y ya veremos… Yo creo que las autoridades europeas no se han planteado el considerar el resultado de estas expulsiones de sus territorios. Nosotros, los expulsados, volvemos a intentarlo una y otra vez, en un lugar u otro, en una frontera u otra, a nosotros no nos importa el país, lo que nos importa es ser aceptados en cualquiera de ellos. Sólo unos pocos consiguen su objetivo, la mayoría nos vemos una y otra vez abocados al fracaso, en el mejor de los casos. Estas devoluciones a las fronteras de origen son estériles, no benefician más que a los grupos de delincuentes organizados que nos saquean lo poco que hayamos podido esconder a los gendarmes, o nos violan tanto a mujeres como a algún joven.
––¿Cómo dices? ¿A los hombres también les violan?— Preguntó, Sissé, alarmado.
––Naturalmente. Lo que sucede es que proporcionalmente es un porcentaje bajísimo con relación a las mujeres. Pero, por supuesto que también hay violaciones de hombres— le aseguró Sawaba. ––No creas que son sólo salteadores o delincuentes comunes quienes cometen estos crímenes, igualmente perpetran estos delitos los mismos policías y militares, tanto de Argelia como de Marruecos..., no hay gran diferencia de unos a otros. Lo cierto es que no se entiende muy bien la actitud de Marruecos, por un lado te facilita un visado de corta estancia y por la otra te lo requisa si te detienen en alguna redada, junto a todo aquello que te pillan de algún valor, sobre todo dinero y teléfonos móviles. Salvo para justificarse ante la Unión Europea, no se puede comprender esa forma de actuar. Es cierto que Europa ejerce una fuerte presión, sobre todo a Marruecos, para que impermeabilice sus fronteras, a cambio de un estatus privilegiado y conseguir mejoras económicas y financieras. Les han aprobado el envío de cuarenta millones de euros para que expulsen de su territorio a todos los subsaharianos que actualmente nos encontramos aquí. ¿Has visto mayor cinismo? Pero no creas, nosotros, los subsaharianos, somos la escusa perfecta para esconder el escarnio y el drama que sufren los propios magrebíes, que nos doblan o triplican en número de emigrantes y apenas si se habla de ello.
––¿Tienes en Nigeria alguien que te espere?— Le preguntó con cierta desazón.
––No. Salvo mis padres y hermanos. ¿Tú sí?
––Sí. Yo sí he dejado a una mujer que deseo me espere–– enfatizó. ––Se llama Aicha, hace una semana que no hablo con ella. La última vez que hablé con ella fue desde Melilla.
––Qué quieres que te diga, que tienes suerte o que no. En nuestra situación es un problema añadido, tener a alguien que te pueda condicionar— le dijo Sawaba al tiempo que le soltó la mano.
––No tiene por qué condicionarte. Yo creo que puede ser un aliciente para conseguir tu objetivo.
––Yo no lo creo así. En momentos críticos te puede hacer dudar algún comentario que te hiciera antes de partir, o incluso después de emprender el viaje. Algo por lo que tú te puedas considerar en deuda con ella.
––Lo único que le prometí fue que si llegaba a tener mi vida en peligro desistiría y volvería con ella, bueno, aparte de ir a buscarla una vez instalado en Francia. Hace casi un año que nos separamos¾ dijo Sissé. Además, ¿sabes?, está esperando un hijo.
¾¿Tuyo?
¾Sí, bueno…, eso creo.
¾¿Cómo que eso creo? O es tuyo o no lo es.
¾Bien, tengo dudas.
––Y dices que no crees que te condicione esa promesa¾ hizo una pausa. ¾A caso no has tenido riesgo de perder la vida cuando has saltado la valla. Te recuerdo, que ya van varios muertos por disparos de los gendarmes, o muchos muertos en los que intentan cruzar el Estrecho desde Ceuta y Melilla. Qué te dice que no podías haber sido tú uno de ellos. O bien esos veintitantos autobuses que salieron de Oujda y fueron llevados esposados unos con otros hasta los confines de Marruecos por el sur y varios días después reconducidos hasta la frontera con Mauritania donde fueron abandonados en el desierto, sin medios.
––Yo fui en uno de esos autobuses, fui esposado junto a Joseph y nos llevaron hasta la aldea de Aouina-Souatar, justo poco antes de Figuig, el oasis de la frontera con Argelia, que ya te comenté. Visto así, puede que si tengas razón, pero hablemos de otras cosas, por favor.
––Quieres hablar de ella, ¿eh? Por eso me has preguntado si tenía alguien quién me esperara.
––No. No es eso. Ha sido sólo por cambiar de conversación. Los sucesos, casi todos terribles, me angustian bastante y...
––No te creo. Mientes muy mal–– le interrumpió. ––Aunque no creo que sirva de mucho te daré un consejo, no olvides que soy mayor que tú: vive el día a día, no te atormentes por no conseguir tus objetivos a corto plazo. Disfruta del día que ves amanecer y de aquello que tengas a tu alcance, si has de conseguir tu propósito lo conseguirás pero no porque tú decidas cuándo.
––Por favor cambiemos de tema. Mi ánimo no está para hablar de esas cosas.
¾¿Por qué no vuelves con ella, si está esperando un hijo tuyo…?
¾Ya te he dicho que tengo dudas de si será mío. Sawaba me gustaría no hablar de esto.
––¿Esta carretera nos lleva hasta Berkane?— Le preguntó Sawaba, esbozando una sonrisa maléfica.
––No, ésta nos lleva hasta Saidïa, la que lleva hasta Berkane es la N-2 que vimos anoche cuando tomamos la circunvalación.
––Pues demos la vuelta. Por Berkane se llega muy bien al Monte Gurugú y sin ver prácticamente policía. Yo conozco el camino— aseguró.
––Pero cómo vamos a dar la vuelta ahora, ya llevamos muchos kilómetros recorridos— protestó Sissé.
––Es igual, Sissé, el camino es más corto por Berkane. Hazme caso, nos lo indicaron unos lugareños de una aldea muy próxima a Ahfir.
Sissé aceptó, no de muy buena gana, la sugerencia de Sawaba y volvieron por donde habían venido. Tomaron la N-2, un cartel anunciaba la ciudad de Berkane a veinte kilómetros, ella le explicó que desde Berkane había sesenta y tres kilómetros hasta Nador. Esa seguridad de Sawaba dejó a Sissé algo más tranquilo, que recordó el viaje anterior en el que recorrería alrededor de los cien kilómetros desde Ahfir. El agotamiento empezaba a hacer mella en ambos y decidieron buscar un lugar donde cobijarse y descansar. Se adentraron unos kilómetros en la N-2 y a la altura del cruce de Aichoun, una gran pinada junto a la carretera les pareció un buen lugar donde descansar. Durmieron profundamente y sobre media tarde despertaron sin que nadie les hubiera molestado. Se sentían radiantes, estaban sentados, muy juntos, apoyados sobre un gran tronco de un cedro enorme, Sawaba dio un beso a Sissé en la mejilla, ante la sorpresa de éste.
Y ¿eso?— Le preguntó Sissé.
––El beso es simplemente por haberme hecho caso y tomar esta carretera— le dijo Sawaba con cierta picardía. ––Pero si no lo quieres me lo devuelves–– le sugirió con gesto desafiante. ¾Ahora podremos viajar de día sin tanto peligro.
––Bien. Ya veremos, si es como dices–– comentó algo escurridizo. ––Oye. ¿Cómo sabes tú que los de los autobuses abandonados en Aouina-Souatar fueron reconducidos a la frontera con Mauritania?
––Se comentó en el campus. Muchos de ellos vieron partir a los autobuses de Oujda y algunos de los estudiantes comentaron la operación, dijeron que se unirían a los de Aouina-Souatar para llevarles hasta Guelmine en la frontera de Mauritanía. Además ha habido mucho revuelo con las ONGs que lo han denunciado, asegurando que fueron abandonados en el desierto del Sahara. Por otra parte, recuerda que soy periodista y cuando veo un periódico lo leo.


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