VIDA EN LA ESPESURA
Camilo y
Vanesa de diez y cuatro años respectivamente vivían con su madre en un piso del
centro de la ciudad. Hasta que se marchó su padre vivieron holgadamente, les
abandonó cuando Vanesa contaba con tan solo dos años sin haberse interesado
desde entonces por su familia. Desde que se marchara el padre, Marta, la madre,
tuvo muchos problemas con el alcohol y posteriormente con las drogas.
Los chicos
sufrieron inanición por falta de alimentos, Marta no hacía la compra, salvo
botellas de vino. De cuando en cuando les daba alguna moneda para que se
compraran algo de bollería. Eran las vecinas las que se preocupaban de la
alimentación de los pequeños.
Camilo
cuando alcanzó los dieciséis años se fue a vivir su vida, harto de ver a su
madre borracha diariamente, ya nunca se supo más de él. Vanesa a sus trece años
se conocía todos los centros de salud de la población y los centros de ayuda a
las personas con adicciones. Era compadecida por los distintos profesionales
que veían en ella a una niña muy dulce que no merecía la vida que estaba
viviendo. Todos resaltaban la entereza y la madurez ante una situación tan
lamentable para una niña. Vanesa tiraba de su madre hasta que la hacía entrar
en casa y no la dejaba un momento a solas, a pesar de los improperios y barbaridades
que le decía.
Pasaron los
años, Vanesa se hizo novio y entró en el mundo de las drogas. Pensó muchas
veces en dejar a su madre sola y vivir con su chico, pero jamás tuvo la
decisión suficiente para hacerlo, lo que le acarreó problemas con su novio,
hasta el punto de dejar la relación. Vanesa veía el deterioro físico galopante
de su madre y trataba de convencerla para internarla en un centro de
rehabilitación, respondiendo Marta con insultos. Por otra parte, Vanesa, cada
día, estaba más enganchada, hasta que un fin de semana fue a parar al centro
hospitalario. Después de tres días volvió a su casa y encontró a su madre
tendida en el suelo, tras llamar a una ambulancia la llevó al hospital, estuvo
ingresada quince días, sin que Vanesa se moviera de su lado.
Vanesa
consiguió montar un salón de peluquería que atendía de mala manera, porque el
cuidado de su madre se iba haciendo cada vez más imprescindible. Vanesa había
cumplido los treinta y después de muchos años consiguió dejar aquel mundo de
espesura. El trabajo le absorbía, una clientela selecta y fiel cada vez más
exigente le requería una dedicación absoluta, lo que conllevó dejar más tiempo
a solas a su madre. Una noche, después de acabar de trabajar, Vanesa salió de
copas con unas amigas, cuando llegó de madrugada a su casa, su madre, yacía
tendida en el pasillo casi a la altura de la puerta de la escalera. En el salón
había una botella de brandy con más de la mitad de licor y una caja de Valium,
dos de las tabletas vacías de pastillas.
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