(En busca de la esperanza)
Todavía sigues en la Cruz clavado y porfías
para que las personas nos llenemos de dichas.
Yo te suplicaba que tuviéramos otro mañana
y pasáramos raudos el camino de la desesperanza;
que volviéramos los humanos a la felicidad perdida.
Me recordaste a la Familia para que me apoyara,
que era el pilar donde el amor y la fe se engarzan.
Es el sustento de la vida, donde se enriquece el alma,
donde no hay delito que sobrepase el perdón,
donde reina la paz, la armonía y la calma.
Aún hoy persisten los escribas y fariseos,
depredadores de la más elemental humanidad,
son como lobos camuflados de corderos;
arrogantes fementidos de “golpe en pecho”,
que sin valorar sus servicios airean su vanidad.
Sabes que este mundo anda perdido
de hombres pedantes y altaneros,
cuya patria es este planeta embrutecido
en el que la fe parece haberse perdido,
caminando por inhumanos derroteros.
Quienes se apoyan en la fe en Ti
adquieren esa confianza orientadora,
alejándose de sendas perturbadoras.
Ungiéndose con el más sublime benjuí
en aromas de vida esperanzadora.
Danos, Señor, claridad y ternura,
para poder obrar con humildad y alegría,
que sea la fraternidad la mejor ventura,
y que los humanos por los que porfías
olviden para siempre su amargura.
Constantino Yánez
Último poema de la trilogía publicado en la revista de Semana Santa de Elda, de 2009.
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