Si una vez un halo el amor nos rodea
y las sirenas van al compás de la marea,
si también el corazón se mueve a su son,
será como fruta prohibida que madura
sobre el tálamo, cual suspiros se jadea
y en la noche, del corazón, nace el sol.
Saudade de tus caricias que anhelo
que mi sangre vuelve en ardiente fuego
y aún siendo invierno nos calienta.
Ya lo malo se convierte en bueno
y nos parece haber alcanzado el cielo
exhaustos de intensa pasión.
El alborear de la mañana quiebra
con el fulgor iridiscente la penumbra
de la noche; las yemas de los dedos
deslizándose, cómplices, nos denuncian
de habernos henchido de lascivia,
de haber henchido los cuerpos de lujuria.
de tu rosa cada uno de los pétalos
con los que aíslo mi pensamiento,
y me mostraré límpido ante tus ojos,
fragante y fúlgida flor de invierno
en dulce concupiscencia con el rocío.
Me ahogaré entre delirios en las aguas
revueltas del manantial de tu amor,
y renaceré venturoso entre los arreboles
que dan color rosado a tu cara
y del fuego de tu mirada el calor,
desposeídos de máculas, tú y yo.
Serás para mí como la orilla del río,
serás el agua clara, piel y tersura;
serás la arena fina de mi desembocadura
que invade el mar de tu interior;
serás como olas colmadas de deseo
que se arrullan a mi piel con ardor.
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