De la noche los últimos momentos
ante la
incipiente albura de la mañana
mueren y se
desvanecen lánguidamente.
En el lecho
con la mirada perdida,
fija en
ninguna parte, obnubilada.
Rompe la calma una sola campana
que distrae mi abatido pensamiento,
falto del poema más dulce de mi alma.
Del pasado los fugaces acontecimientos,
sueños, realidades, vida mundana,
se agolpan y confunden en mi mente.
Sueño que estoy soñando. La tez lívida.
No se en que
punto de la madrugada
me he perdido, ¿o ya era la mañana?,
en el piélago de los sentimientos
del inmenso mar de mi mente en calma.
Los lúgubres nimbos del pensamiento
oprimen mi pecho, ¡ahora la campana!
¡Yo,
sufriendo una ansiedad inmanente!
Veo una y
otra vez esa imagen vivida
del accidente, la alegría acabada.
¡El golpe! ¡Carnes heridas!, insanas.
La brusca tempestad del lamento
brama en lo más recóndito de mi alma.
Despierto y
estoy soñando, contento,
tras lo
lóbrego no ha pasado nada,
mi pobre
espíritu maltrecho, en calma.
Felicidades Constantino por este bello y profundo poema, muy lograda la fotografia.
ResponderEliminarSaludos inmensos Pilar