Nuestros caminos se cruzaron
dentro de un mundo ilusionante,
en él todos aventuraron
un futuro incierto, frustrante.
No se equivocaban quienes
siguiendo su adusta experiencia,
problemas vaticinaron.
Ajenos impenitentes
a semejantes profecías,
hazaña de una convivencia,
jóvenes sin experiencia,
nos lanzamos inconscientes.
Sólo la arrogancia e inexperiencia
que fue nuestra primera bandera
podían augurar incierto futuro.
Ha sido nuestro gran amor, seguro,
al igual que nuestro gran respeto
el que ha hecho realidad hasta hoy día
lo más feliz que pasarnos pudo.
Cuando te conocí no podía imaginar
que mi vida sin ti, ¡amor!, podría sustentar
con alguna otra mujer.
Deseo de amar, delicada pasión sutil,
para más querer, largo tiempo difícil
que te he obligado a vencer.
De tu cariño, mi sustento,
de tu ansiedad, colmo mi anhelo,
por tu bondad, ¡tanto te quiero!,
y, de nuestro amor verdadero
son las cuatro hijas que tenemos.
Constantino Yáñez. Octubre 2002
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